Tu puedes avanzar

Un día como cualquier otro de invierno puse una tanda de ropa en la secadora y, cuando encendí la máquina, empezó a hacer un chillido tan agudo que tuve que taparme los oídos y apagarla inmediatamente. Quedé sorprendida con lo que estaba pasando. Hice una pausa para reflexionar qué había hecho mientras cargaba el tanque de ropa, para identificar qué podría haber generado ese estruendo. Luego de unos segundos, concluí que no había hecho nada fuera de lo normal, así que, con cuidado, volví a encenderla, esta vez preparada para oír de nuevo ese ruido. Y, otra vez, volvió ese sonido insoportable, como de algo metálico que estaba girando a toda velocidad tocando alguna otra cosa metálica. La detuve de nuevo, con cierto susto de que pudiera provocar algún chispazo y generar un problema mayor. Así que llamé al service de la secadora para que enviaran a alguien que revisara el equipo para detectar lo que estaba sucediendo y me ayudara a resolverlo. El técnico la abrió, la revisó y me dijo que había un problema con un ruleman así que lo cambió por otro y la secadora volvió a funcionar de nuevo. 

 

¿Por qué te cuento esta historia? Porque en alguna medida, los seres humanos funcionamos como una máquina también. Todo en nosotros está perfectamente calibrado. Somos una creación (ya que no nos creamos a nosotros mismos) con un propósito (el objetivo de la creación). Mi creencia es que somos seres espirituales, dotados de un intelecto, viviendo en un cuerpo físico. El problema que tenemos es que no nos dimos cuenta de esto  y, por ende, no conocemos todos los programas que tenemos ni cómo resolver los desperfectos que puedan haber en nuestro sistema. Así como la secadora, requerimos:

– un manual de uso para conocernos y apreciar las posibilidades que tenemos

– tomar consciencia cuando algo en nosotros está funcionando mal

– llamar a un técnico que sepa acerca de nuestro funcionamiento

– hacer un diagnóstico y un plan para resolverlo 

– accionar

 

De la misma manera como cuando encendí tímidamente la secadora por segunda vez esperando escuchar el mismo estruendo, cuando hemos experimentado fricción y dolor, ya sea en el orden de la vida privada como en la laboral, nos cuesta volver a enfrentarnos a esa misma situación porque no queremos que nuestro “desperfecto” quede expuesto, ni queremos repetir el dolor del pasado. Así que manejamos dos alternativas posibles: dejar morir esa área de nuestra vida que no hemos “arreglado” (con las consecuencias del caso)  o llamar a un técnico y asumir el precio de la reparación (algo difícil de hacer, porque el precio más grande por supuesto que no es el dinero, sino atravesar el dolor). Ambas opciones tienen consecuencias para nosotros. Una, bastante negativa; la otra, muy positiva.

 

Cuando el dolor es físico, vamos a ver a un médico. Pero cuando el dolor tiene que ver con nuestras experiencias pasadas nos resignamos a que eso fue lo que “nos tocó vivir” y lo dejamos guardado en alguna cajita interior creyendo que podrá quedarse ahí sin volver a perturbarnos. Y no es así. En conversaciones con algunos de mis coachees he descubierto almacenes con cajitas guardadas de piezas sin reparar. Y, si bien preferimos creer que podemos mantenerlas ocultas, estas en algún momento, (quizás en el menos adecuado), se hacen notar. Porque todo lo que está en nuestro interior se manifiesta en el exterior. Todo lo que somos determina lo que hacemos.

Entonces, ¿cómo hacemos para avanzar? Primero que nada y a diferencia de la secadora, la reparación la haces tú mismo. Una vez que conoces qué es lo que no está bien en tu interior, tú tienes (a grandes rasgos) que agarrar el ruleman roto y poner uno nuevo. Lo haces con un guía, pero hay una parte del proceso de reparación que nadie puede hacer por ti. Eso se llama, tomar responsabilidad por tu vida. Y en segundo lugar, tienes que conocer el secreto de la reparación: Yo no llamé al técnico porque creí que la secadora estaba fundida, inutilizable de por vida. Lo llamé porque confié que el arreglo era posible. Lo mismo sucede con nosotros. Requerimos confiar en el técnico, en el proceso y en nosotros mismos. Confiar en que podremos salir adelante, atravesar el proceso y renovarnos. Ralph Waldo Emerson lo pone de esta manera: “La confianza en nosotros mismos es el primer secreto del éxito”. Tú puedes superar lo que sea que te está impidiendo avanzar en tu vida y en tu trabajo. Porque tu historia de vida es más grande que tus problemas. El dolor es inevitable, sí. Pero el sufrimiento es una elección. Puedes decidir resolverlo o seguir sintiendo el pinchazo todos los días. Tu eliges. 

 

Mi nombre es Carolina Alarcón y trabajo con personas que han elegido crecer y saben, en su corazón, que su propósito es mayor que la batalla que les haya tocado enfrentar. Si quieres comunicarte conmigo puedes hacerlo a través de mi mail coachcaroalarcon@gmail.com

 

Yo creo en ti. 

Y creo en tu potencial.